Algunos artistas entran en la pintura como cuando se penetra en una plaza fuerte al final de una batalla, cubiertos de sangre y heridas ; otros, no menos eficaces, se introducen aprovechando un pasaje escondido, sin ruido ni furor, como por efracción. Norma es de estos.
Ninguna violencia, ningún choque, ningún montaje expresivo, sólo un pacto secreto con la luz y sus juegos vibratorios dan a su visión su espacio propio – a la frontera de lo concreto y de lo abstracto, de la opacidad y de la transparencia, de lo evidente y lo confuso -, así como su propio tiempo, el de la memoria y el del olvido.
Memoria de nubes, dilución de humos, evanescencia de las luces de la ciudad en las ventanas del tren a la caída de la noche, irisaciones solares, aberturas nítidas o reflejos eléctricos : son otras tantas aventuras luminosas que el pintor al ojo táctil fija en su lenguaje mineral.
Desgarres, deshilachaduras, asperezas de papales de seda, pegamentos y tintas constituyen los materiales con los que se elabora esta entomologia de reflejos
Yves Belaubre
Introducción a la exposición « Ventanas, obra sobre papel », espace Bonvin, maison de l’UNESCO, Paris, 1988